La última persona sana

La última persona sana

Ese es el título de mi monografía: "The Last Well Person". (1)

 

En 1994, C Meador publicó un ensayo en el New England Journal of Medicine en el que describió a un académico de 53 años cuyos síntomas no encontraban el diagnóstico adecuado a pesar de una extensa lista de estudios que le habían hecho. 

 

Hoy, no hay persona que escape a esta secuencia de diagnósticos infinitos.

 

Vivimos en un mundo de criaturas obesas, hipercolesterolémicas, hipertensas, diabéticas, osteopénicas, deprimidas, encaramadas en el borde de un acantilado mirando a los cóndores prestos a atacar: cáncer, infartos, derrames cerebrales, demencia, fracturas y cosas peores. Tememos por nuestro futuro y les enseñamos a nuestros hijos que ellos también deben vivir con miedo por su futuro.

 

Nos movilizamos con todo nuestro coraje cuando nos enfrentamos a crujidos, dolores, ardores de estómago y dolores de cabeza, estreñimiento o diarrea, impotencia, insomnio e incluso piernas inquietas. 

 

Ningún bebé puede ser quisquilloso y ningún niño puede ser inquieto, molesto o tener un rendimiento por debajo del promedio. Se nos dice que todos estos son síntomas de enfermedad. Somos una sociedad vigilante.

 

También estamos bendecidos con fármacos. Para nosotros, la mortalidad es una abstracción, una bestia sin forma que podemos controlar mediante la aplicación decidida de los últimos y más convincentes conocimientos científicos.

 

Definiendo nuestras enfermedades

 

Todos los desafíos desalentadores e impredecibles a nuestra sensación de bienestar pueden ceder a una delicada elección de algún fármaco. Exaltamos nuestra

medicina científica moderna; nuestros antepasados ​​no tenían más que sabios (a menudo sabios religiosos), que señalaban el camino hacia una buena vida, NO una vida

más larga.

 

Hoy esperamos cada vez más de los próximos pronunciamientos del corpus biomédico. 

 

Casi todo en nuestra vida personal, íntima y desfavorable está ahora bajo su jurisdicción. Algunos ejemplos son la vitamina D y la testosterona.

 

¿Cómo saber si estamos bien si no nos medimos ciertas hormonas, o vitaminas, o el PSA o la mamografía?

 

Somos bombardeados por los medios impresos y de difusión con el susto de la semana y a la vez por proveedores que tienen la cura del fin de semana.

¿Podemos ignorar a estas personas útiles? Nos han enseñado a ser proactivos. ¿Podemos ignorar nuestro cuerpo cada vez que parece un poco dolorido?

 

¿Qué no es una enfermedad?

 

Algo saldrá mal, y lo hará repetidamente, una alteración en nuestro cuerpo que nos hace cuestionar nuestro bienestar y que desafía nuestro sentido de invencibilidad. 

Y cada uno de nosotros morirá, generalmente arrastrado por una de las muchas enfermedades que se interponen entre nosotros y nuestro 85º cumpleaños. 

Ser humano es ser desafiado en el curso de la vida y que todo llegue a su fin.

 

¿Qué no es una enfermedad?

 

Estar bien no es la ausencia de enfermedad. 

Estar bien es tener algún sentido de invencibilidad; nada, o nada más me pasará que no pueda superar.

 

Viviendo con miedo a la muerte

 

Raro es la persona cuyo sentido de invencibilidad no puede ser sacudido, si no pulverizado por la voz de la autoridad.

Cuando la autoridad es médica, y hay poca o ninguna razón para sonar la alarma, llamamos esto, medicalización.

 

Cuando el médico debe tranquilizar, pero en cambio, construye miedo determina una tormenta perfecta.

 

Hay que salir a comprar la medicación, tomarla en ayunas, dejar pasar un tiempo para comer, todos rituales de pasar a jugar del lado del enfermo.

 

Nada de esto es nuevo.

Nuestros padres y abuelos se enfrentaron a la medicalización y al desarrollo de enfermedades.

Para esas generaciones pasadas, el orgasmo y la delgadez fueron medicalizados. 

Hoy en día, ambos son normales, mientras que la falta de orgasmo y la desatención son medicalizadas.

No hay mejor soporte científico para las tormentas que el análisis de colesterol alto,  osteoporosis o los rastreos del cáncer de mama, próstata, la ecografía tiroidea, el doppler carotídeo, etc.

 

Lo mejor que podemos esperar es llegar a nuestro cumpleaños 85 sintiéndonos razonablemente bien, incluso saludables, sin importar nuestra carga de enfermedad.

 

La medicina moderna tiene algo que aportar a nuestra búsqueda de la longevidad así definida, pero no mucho, y ciertamente no tanto como se dijo. 

 

Si somos víctimas de enfermedades que amenazan y dañan nuestros tejidos y órganos, la medicina moderna ofrece curación a veces  y algo de confort otras.

 

Sin embargo, la mayoría de las dificultades personales son más desconcertantes que dañinas. Lo que debemos hacer para enfrentarlas, y a quién debemos acudir, es menos cierto, incluso polémico.

 

Sus opciones y su concepto de bienestar

Un camino es tratar de "lidiar con eso" para hacer frente según nuestras posibilidades. 

 

De todos lados (miembros de la familia, periodistas, farmacéuticos, proveedores de artículos diversos, etc.) escucharemos opciones para conceptualizar la situación y algún paliativo.

 

Todo esto alimenta nuestro sentido común. Solo tenemos  nuestra experiencia previa y convicción para consolarnos hasta que estemos mejor, o hasta que cedamos a algunos de todos estos consejos.

 

Para la mayoría de los problemas personales, hay un menú de proveedores. Cada uno proclama un apuntalamiento teórico y un lenguaje particular. Cada uno ofrece una variedad de modalidades que se aplican con una habilidad que se dice refleja una capacitación especializada.

 

Para la mayoría de las dificultades de la vida, desde la fatiga hasta el dolor de espalda, casi todas las modalidades son ineficaces, algunas son mínimamente efectivas.

 

Lo que puede ser efectivo es el acto de ser tratado en lugar del tratamiento. 

 

Al ponernos en manos de un profesional con un lenguaje y conceptualizaciones propias, cambiará nuestra autoimagen, al igual que nuestras expresiones de angustia y bienestar. Seremos diferentes.

No todos los médicos se sienten cómodos con el proceso de medicalizar. Muchos prefieren tranquilizar que diagnosticar y prescribir algo que "podría" funcionar. 

 

Estos son los médicos a los que les gustaría decir:

 

"Entiendo que no es bueno estar así, pero hay que continuar con la vida lo mejor que se pueda.

 

Todos estos síntomas también pasarán".

 

¿Podés tolerarlo? ¿O preferirías ser medicalizado?

 

  1. El Dr. Nortin M. Hadler es profesor de medicina y microbiología / inmunología en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, y es reumatólogo en los hospitales de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, Carolina del Norte. Es autor de "The Last Well Person". "