La pseudociencia en el Alzheimer
La población está envejeciendo, y con ella, está aumentando la prevalencia del Alzheimer.
Esta enfermedad carece de enfoques eficaces tanto para la prevención como para una cura. Una parte de la población se siente preocupada por olvidos ocasionales y consultan por ello para saber "si hay algo para hacer...”
Con cantidades crecientes de información fácilmente accesible, las personas buscan y encuentran, de manera independiente, material sobre las intervenciones de salud cerebral, aunque no todas las fuentes contienen información médica de calidad.
Esta combinación de preocupación por la enfermedad de Alzheimer, tratamientos limitados y acceso amplio a la información han atraído una vez más a la pseudomedicina.
La pseudomedicina se refiere toda intervención médica que a menudo se promueve como tratamiento científicamente probado pero que realmente carece de datos de eficacia.
Los practicantes de la pseudomedicina a menudo apelan a problemas de salud como estos, en los que nada se ha descubierto, y promueven el testimonio individual como hecho establecido (… “A mí estos aminoácidos me hicieron bien”…), indican terapias no probadas y logran ganancias financieras.
Con las enfermedades neurodegenerativas, lo más común, es la promoción de suplementos dietéticos para mejorar la cognición y la salud del cerebro.
Esta industria mueve cerca de $3.2 mil millones promoviendo “salud cerebral” y se beneficia de la publicidad de los consumidores de alta penetración a través de medios impresos, radio, televisión e Internet.
Ningún suplemento dietético conocido previene el deterioro cognitivo o la demencia, pero los suplementos anunciados como tales están ampliamente disponibles y parecen obtener legitimidad.
Los consumidores a menudo no son conscientes de que estos suplementos no se someten a pruebas de seguridad o revisión de la eficacia.
De hecho, pueden causar daño, como se ha demostrado con la vitamina E, que puede aumentar el riesgo de ACV hemorrágico, y, en dosis altas, incrementar el riesgo de muerte. 1,2
Una categoría similar de pseudomedicina involucra a las intervenciones promovidas por profesionales médicos que apuntan a correlacionar etiologías no fundamentadas como, por ejemplo, toxicidad metálica, exposición al moho, causas infecciosas, ciertas dietas, etc.
Así aparecen tratamientos como desintoxicación personalizada, terapia de quelación, antibióticos o terapia de células madre. Estas intervenciones carecen de un mecanismo conocido para tratar la demencia y son costosas, no reguladas y potencialmente dañinas.
Recientemente, se han promovido protocolos detallados para revertir los cambios cognitivos, pero estos protocolos simplemente reempaquetan las intervenciones de demencia conocidas (por ejemplo, entrenamiento cognitivo, ejercicio, una dieta saludable para el corazón) y agregan suplementos y otros cambios en el estilo de vida.
Lamentablemente, estos protocolos son promovidos por profesionales médicos con credenciales legítimas, ofrecen un enfoque holístico y personal único, y dicen basarse en datos rigurosos publicados en revistas de renombre.
Sin embargo, al examinar los datos primarios, surgen los patrones preocupantes y familiares del testimonio y la exposición de los casos más que de datos de estudios concretos.
Al observarlos superficialmente los artículos científicos primarios parecen superficialmente válidos, pero carecen de características esenciales, como la adecuada caracterización de los participantes, las intervenciones uniformes o la aleatorización del tratamiento con grupos de control o placebo, y pueden no incluir suficientes limitaciones del estudio.
Se puede argumentar que a pesar de que la pseudomedicina puede ser éticamente cuestionable, estas intervenciones son relativamente benignas y ofrecen esperanza a los pacientes que enfrentan una enfermedad incurable.
Sin embargo, estas intervenciones no son ética, médica o financieramente benignas para los pacientes o sus familias.
Si bien apelar a un sentido de esperanza puede ser un factor motivador para los ensayos clínicos o prácticas complementarias o alternativas, la diferencia está en cómo se enmarcan estos elementos. Las prácticas complementarias o alternativas a menudo son tratamientos adjuntos y podrían no resultar en ganancia financiera directa por quien lo aconseja.
Además, en los ensayos clínicos, hay conversaciones estructuradas entre investigadores y participantes (como durante el proceso de consentimiento informado) que incluyen coordinadores de investigación que explican que cualquier intervención estudiada es experimental, puede resultar en no ganancia, y puede causar daño.
En contraste, la pseudomedicina puede implicar ganancia poco ética para quienes la indican y una ilusión (fabricada) de beneficio para los pacientes.
¿Qué se puede hacer?
Los profesionales de la salud tenemos la responsabilidad de aprender sobre las intervenciones comunes de la pseudomedicina. Si un paciente o un miembro de la familia se pregunta acerca de tal intervención, los médicos podemos seguir varios pasos:
- Entender que las motivaciones para perseguir tales intervenciones a menudo provienen de un deseo de obtener la mejor atención médica, y transmitir esa comprensión a los pacientes.
- Interpretar honestamente cualquier evidencia de estas acciones, junto con los riesgos y costos asociados. Este enfoque crea un diálogo productivo, en lugar de desatender cualquier pregunta directamente.
- Explicitar a los pacientes que esas intervenciones son pseudomedicina.
- Sugerir que puede haber intereses financieros detrás de la intervención (por ejemplo, la venta de suplementos, pagos directos a un médico u organización, ventas de libros, etc.). Tené en cuenta que la ganancia puede no sólo puede ser financiera, sino que también puede haber otros intereses como fama temporal de determinado personaje.
- Explicitar al paciente que se lo seguirá atendiendo si el quiere intentar este tipo de intervenciones.
Conclusiones
Es desalentador que los pacientes con demencia y sus familiares sean atacados por profesionales y empresas motivados por el interés propio.
Los médicos tienen el mandato ético de proteger a los pacientes que pueden ser vulnerables a la promoción de estas entidades.
Es necesario trabajar más a nivel nacional para limitar estas intervenciones que carecen de eficacia probada.
1. doi:10.7326/0003-4819-142-1-200501040-00110