Consecuencias en salud mental por el COVID-19 y el aislamiento físico

Desde que el mundo ha tomado conciencia de cuáles podrían ser las pesimistas consecuencias del flagelo desatado a nivel internacional, las medidas para reducirlo se reducen a tres, que se practican de formas diferentes en los distintos países y regiones, y con disímiles consecuencias y resultados. Pero las recordamos: las cuarentenas, el distanciamiento de las demás personas dentro y fuera de los hogares, y los testeos masivos para el diagnóstico viral. 

 

El distanciamiento social es un esfuerzo físico y mental que no tiene precedentes en la historia (existen algunos casos como durante la gripe española pero no tuvo esta magnitud), y seguramente no lo hayamos vivido ninguno de los que estamos vivos hoy. Es una de las medidas fundamentales para mitigar el desarrollo de la enfermedad, pero seguramente también genere consecuencias de importancia en el plano afectivo, de forma tal que en algún momento cada ministerio de salud se verá forzado a desarrollar estrategias para disminuir las consecuencias que la pandemia impone sobre la salud mental social e individual.

 

Hay poco escrito sobre catástrofes sanitarias y sus consecuencias sobre la salud mental de la población. Se puede encontrar extensa literatura de los males surgidos luego de terremotos, tsunamis, huracanes, atentados terroristas como la A.M.I.A. en Buenos Aires o el de las torres gemelas en Nueva York; o de los problemas ambientales como la explosión en Chernobill y de los derrames masivos de petróleo en los mares. Por ejemplo, el 10% de los neoyorkinos presentaba síndrome de ansiedad un mes después del 11 de septiembre y un 25% había aumentado el consumo de alcohol. La epidemia de SARS también se asoció con aumento del estrés postraumático y ansiedad en la población de personas y médicos afectados. En todos los casos, el impacto en la salud mental afecta en el momento y perdura mucho tiempo después.

 

En la situación actual por el COVID-19 es probable que aumente la incidencia de ansiedad, depresión, abuso de sustancias, violencia doméstica y abuso infantil. Por este motivo el Reino Unido ya publicó una guía de primeros auxilios "psicológicos" (https://mentalhealth-uk.org/help-and-information/covid-19-and-your-mental-health/).

 

Reconociendo que hay poca literatura que describa cómo preparar masivamente a la población ante eventos de este tipo, los autores subrayan tres ideas proactivas para contener el inevitable aumento de las afecciones en salud mental.

 

Primero, intentar intervenir sobre la soledad que experimenta la población por el aislamiento físico y social. Las tecnologías de la comunicación digital pueden disminuir la distancia social incluso en condiciones de aislamiento bioseguro. La práctica de actividades que congregan personas como la actividad física en gimnasios, clases de baile, instituciones de culto o religión o las actividades profesionales académicas, la docencia de educación formal o recreativa e incluso las actividades laborales; todos ellos se pueden llevar a cabo en línea incluso respetando o acercándose a los horarios habituales pre-pandemia. 

 

Se observa que la comunicación que involucra la voz y/o el video es superior al correo electrónico o mensaje de texto. Se requiere un esfuerzo adicional desde los profesonales para conectarse con personas aisladas y ancianos, y desde las instituciones que dan asistencia social hacia personas sin hogar, personas con problemas de salud mental y extranjeros indocumentados. Sin embargo esta opción permite dirigir a las personas hacia recursos de asistencia adecuados a las situaciones particulares de cada una.

 

También es muy importante la implementación de rutinas diarias, particularmente en niños que no asisten a las escuelas. Para ello es conveniente mejorar el acceso de aquellos que no cuenten con tecnologías para la comunicación, de forma tal que se garantice la continuidad del aprendizaje y la participación social. 

 

En segundo lugar, se necesita aumentar la vigilancia y facilitar la denuncia de situaciones de violencia doméstica contra la mujer y los niños, quienes pueden tener menos oportunidades de informar su situación de peligro. Los sistemas de salud tendrán que equilibrar la necesidad de distanciamiento social con la disponibilidad de lugares seguros para las personas que están en riesgo, y los sistemas de servicios sociales deberán ser creativos en los planes para dar seguimiento a los informes de problemas.

 

Y por último, es recomendable reforzar todos los sistemas que brindan atención a la salud mental, individual o grupal, con atención escalonada según la complejidad del problema, con tratamientos efectivos (aun cuando tal vez cuenten transitoriamente con menos recursos profesionales). Atender a la población durante la pandemia requiere de mucha creatividad por parte de los profesionales y las instituciones para evitar el desborde de problemas de salud mental, que de alguna forma ya están ocurriendo. 

 

Las comunidades y organizaciones podrían considerar el armado de grupos de personas no profesionales, como agentes sanitarios, para otorgar servicios de primeros auxilios psicológicos y promoviendo que el público se comunique entre sí para brindar apoyo. Las entrevistas por telemedicina, las actividades grupales y la prestación de atención a través de plataformas tecnológicas pueden ser componentes importantes de la atención gradual tanto para el manejo de crisis agudas como para una comunicación y apoyo más rutinarios. Los sistemas de salud tanto estatales como privados tendrán que desarrollar estrategias para la entrega de recetas o medicación.

 

La pandemia mundial de COVID-19, y los esfuerzos para contenerla representan una amenaza única y debemos reconocer la pandemia que le seguirá rápidamente, la de las enfermedades mentales y del comportamiento, e implementar los pasos necesarios para mitigarla.

 

Resumido de: Sandro GaleaRaina M. MerchantNicole Lurie.JAMA Intern Med. Publicado en línea el 10 de abril de 2020. doi: 10.1001 / jamainternmed.2020.1562. Disponible en https://jamanetwork.com/journals/jamainternalmedicine/fullarticle/2764404

 


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