Vacunas y Mitos

Las vacunas son la principal medida de prevención contra muchas enfermedades infecto-contagiosas que pueden ser muy graves. Además de proteger directamente a quiénes las reciben contra las mismas, benefician al conjunto de la sociedad ya que evitan su propagación.
Sin embargo, existen varias ideas que son erróneas respecto a las mismas:
 
Mito: "Las vacunas tienen efectos secundarios perjudiciales"
 
Falso. Las vacunas son seguras y si aparecen algunas reacciones adversas, éstas son leves y temporales.
 
Mito: "Hay varias enfermedades que ya están prácticamente erradicadas en nuestro país por lo que no tiene sentido vacunarse contra las mismas”
 
Falso. Si bien algunas enfermedades prevenibles han sido eliminadas en nuestro país mediante la vacunación, en otras regiones del mundo continúan causando casos graves y muertes, representando esto un elevado riesgo por la posibilidad de que se reintroduzcan en la Argentina. Es necesario continuar vacunándose contra estas enfermedades para seguir manteniendo la protección y la erradicación en nuestro país.
 
Mito: "Las enfermedades de la infancia para las que hay vacunas, son algo inevitable en la vida. Es mejor la inmunización por la enfermedad que por las vacunas, ya que es la vía natural".
 
Esto es incorrecto. Hay enfermedades que pueden tener consecuencias graves tanto en niños como en adultos. Las personas no vacunadas quedan muy expuestas a estos riesgos. Por ejemplo, el sarampión, la parotiditis y la rubéola pueden llevar a la neumonía, encefalitis, ceguera, síndrome de rubéola congénita (cuando una mujer contrae rubéola al principio del embarazo) e, incluso, a la muerte. Los niños no vacunados contra estas enfermedades quedan innecesariamente expuestos y vulnerables a poder sufrir consecuencias graves por las mismas. 
Por el contrario, las vacunas no causan las enfermedades y previenen las complicaciones de las mismas. 
 
Mito: "Darle todas las vacunas juntas a los niños es malo”
 
Falso. Las vacunas pueden aplicarse todas el mismo día, sin que ésto aumente la frecuencia o la cantidad de reacciones adversas. Inclusive cuando se trata de vacunas "a virus vivos atenuados" (ej. triple viral y la vacuna para la varicela), la recomendación es la aplicación de ambas el mismo día (o bien dejar pasar un mes entre una dosis y la siguiente).
Además, la administración simultánea de varias vacunas presenta como ventajas que requiere menos consultas y menos inyecciones; se gana tiempo y contribuye a que los niños completen el Calendario de Vacunación.
 
Mito: "La gripe es sólo una molestia y la vacuna no es muy eficaz."
 
En realidad, la gripe no es una simple molestia, porque puede tener  complicaciones graves en la salud propia o de nuestro entorno, al contagiarla. Esto ocurre especialmente en algunos grupos de riesgo que presentan un alto riesgo de infección grave e incluso muerte. En este grupo se incluyen los recién nacidos, las mujeres embarazadas, los adultos mayores y cualquiera que padezca un trastorno crónico como una cardiopatía o enfermedades pulmonares crónicas, entre otras. 
 
Mito: “Después de recibir la vacuna antigripal, es normal enfermarse de gripe”.
 
Lo que puede producirse en algunos casos luego de la vacunación antigripal no es la gripe en sí, sino que son reacciones adversas leves como decaimiento,  dolor muscular, y rara vez fiebre. Siempre son síntomas mucho más leves que la gripe y de muy corta duración.  
 
Mito: “Es mejor la inmunización por la enfermedad que por las vacunas”
 
Las vacunas interactúan con el sistema inmunitario para producir una respuesta similar a la que produciría la infección natural, pero no causan la enfermedad ni exponen a la persona inmunizada a riesgos de posibles complicaciones  por la enfermedad en sí. En cambio, el precio de la inmunización por la  infección natural son el padecimiento de la enfermedad en sí con sus posibles complicaciones. 
 
Mito: “Las vacunas causan autismo”
 
Falso, no existe evidencia científica al día de hoy que relacione las vacunas con el autismo o los trastornos autistas. 
 
Mito: “Si una persona se lastima o se va a operar, siempre hay que darle la antitetánica”.
 
Que una persona  tenga que recibir o no una dosis de refuerzo de la antitetánica si se lastima o tiene que realizarse una operación programada,  depende de su estado de inmunización previo (si tiene el esquema completo de vacunación antitetánica o no y cuándo se dio la última dosis de refuerzo), del tipo de herida, de la edad de la persona (en caso de los niños). Por lo general, si el calendario de vacunación se encuentra completo y al día, no se requiere una dosis extra.
 
La antitetánica se aplica a los 2, 4, 6 y 18 meses de vida; a los 6 y 16 años; y después, cada 10 años, combinada con las vacunas cuádruple, quíntuple, séxtuple, triple bacteriana y doble adultos.